Andalucía enfrenta un nuevo 4D en el que todos los partidos con presencia actual en nuestro Parlamento muestran en sus declaraciones relativas a esta fecha una adhesión al concepto de estado-nación presente en la Constitución del 78. Y cuando se usa como marco el sistema autonomista que emana de esta, necesariamente se establece un rechazo a la propuesta política de Blas Infante, fundamentada en nuestra Constitución de Antequera, de naturaleza (con)federal y netamente soberanista.
Es bien sabido que la Constitución Española de 1978 estableció un sistema autonómico diseñado por el establishment nacionalista español que, en estrecha colaboración con el catalán y el vasco, se concibió en base al principio de desigualdad entre los pueblos de España. Precisamente la elaboración jurídica de este modelo autonomista fue lo que desencadenó la manifestación del 4 de diciembre de 1977 en Andalucía. Por desgracia, solo se consiguieron los objetivos de forma parcial, aunque las consecuencias de este movimiento tanto en Andalucía como en otras comunidades se han acabado traduciendo en una falsa idea de igualdad territorial.
Desde los medios se vende que el reciente pacto entre el gobierno del estado y el nacionalismo catalán ha puesto en peligro esa supuesta igualdad, lo que, traducido a la realidad, supone que se acrecentarán las muchas desigualdades ya existentes. Las exigencias catalanistas han reavivado la reacción airada del nacionalismo españolista, a la vez que están siendo apoyadas por el andalucismo de izquierdas al identificarlas con una lucha compartida en pro del mayor desarrollo de los estatutos autonómicos.
En este contexto, no causa ninguna sorpresa que, por primera vez en la historia, el pueblo andaluz al completo se vea interpelado por parte de prácticamente todos los partidos del espectro político y sus asociaciones afines a salir a la calle este 4D en defensa de sus reivindicaciones territoriales. Eso sí, cada cual lo hará desde su visión nacionalista particular.
Pero no hay que llamarse a engaño. Independientemente de lo que se coree en esas marchas o de los mensajes de las pancartas que se porten en ellas, en todas se estará defendiendo la Constitución del 78. En las españolistas ocurrirá de forma explícita, mientras que en las andalucistas de izquierdas se hará indirectamente gracias a su aceptación del autonomismo vigente. En consecuencia, a pesar de la propaganda de cada cual, la realidad es que, en el fondo, en todas se estará abogando por la perpetuación de la desigualdad territorial, que es inherente al sistema constitucional actual.
Y en este contexto de confusión deliberada no será extraño que se apele a la figura de Blas Infante desde todos los frentes ideológicos ni que, como suele ocurrir, se hagan referencias al soberanismo por parte de la izquierda.
Ante esto, es importante señalar un año más la contradicción palmaria entre el concepto de soberanía del pueblo andaluz derivado de nuestra Constitución de Antequera y su subordinación a la corona y a la idea de la indisolubilidad de la unidad de España que dicta la Constitución española.
Asimismo, es muy necesario recordar la postura de Blas Infante frente al nacionalismo, por el que mostró un rechazo contundente en su utilización como ideología de legitimación soberanista. Y es que para Infante la verdadera soberanía nunca debía recaer en la nación sino en el pueblo, de ahí la defensa a ultranza que, desde el principio, hizo de su criterio liberalista. En sus propias palabras:
«Siempre nos repugnaron estos nombres de nacionalismo y regionalismo. Hubimos de aceptar el último por conveniencia circunstancial. Hoy, apenas hubieron de desaparecer aquellas circunstancias, fue sustituido ese nombre por el más exacto de liberalista» (La Verdad sobre el Complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía).
“Yo no me propongo fundar una nación sino un Ser…Porque si Andalucía no fuera un Ser y sí fuera una Nación… yo no estaría con ella.” (Fundamentos de Andalucía).
Es más, el antirregionalismo y el antinacionalismo de Blas Infante son inversamente proporcionales a su apoyo más absoluto a la soberanía completa (nunca parcial, ni subordinada) del pueblo andaluz. Se trata de una soberanía que empieza en el municipio, la única patria que defendía Infante, y que se desarrolla en la creación de un modelo de estado basado en la libre unión de los pueblos.
En definitiva, la defensa del concepto de pueblo por parte de Blas Infante anula el uso de la nación como principio rector porque esta no puede situarse jamás por encima del sujeto constituyente ni mucho menos precederlo, como postulan y defienden todos los nacionalismos.
En relación a esto, ya va siendo hora de que quede claro que la concepción de la palabra “España” en el lema del escudo de Andalucía y en el himno que nos legó Blas Infante no está basada en el principio de las naciones sino en ese principio de las culturas que anteponía al de nación; de hecho, su repulsa a la España que sirve de modelo e imaginario al nacionalismo español es más que patente en sus escritos. Por tanto, esta referencia no debería servirle de excusa a los partidos españolistas para acercar a Infante a sus intereses nacionalistas -ni, por cierto, al andalucismo de izquierdas para ocultarla o usar en su lugar “por los pueblos” con el objetivo de co(n)fundir el ideal andaluz infantiano con los denominados nacionalismos periféricos.
Considerando cómo funciona la política en la cultura de masas en la que estamos insertos, es comprensible que, en una fecha tan señalada como el 4D, se quiera apelar a los sentimientos del pueblo andaluz con el uso de términos y mensajes identitarios con una alta carga emocional. Sin embargo, no hay necesidad alguna de manipulaciones ni tergiversaciones políticas. De hecho, Blas Infante demuestra en sus escritos que esto se puede hacer manteniendo una coherencia ideológica y de contenido conceptual.
Desde el CEHA animamos en este 4D a la reivindicación soberanista del pueblo andaluz y, por extensión, de todos los pueblos, sin necesidad de reproducir patrones nacionalistas de ningún tipo, siempre desde una visión crítica, liberalista y librepensadora, tal y como defendía Blas Infante. No hay mayor defensa de la igualdad territorial que esta.
POR UNA ANDALUCÍA SOBERANA,
¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!